El Embalse de Orellana, una de las 21 propuestas del Colegio Oficial de Geólogos para visitar este verano

La playa costa dulce de Orellana la Vieja ha sido uno de los más de 20 emplazamientos que el Ilustre Colegio Oficial de Geólogos de España ha seleccionado para visitar este verano. En concreto, propone un viaje geológico por España “a través de algunas de las maravillas naturales con las que nos han obsequiado nuestra orografía con el objetivo de fomentar el geoturismo”.

Desde parajes recónditos, minas abandonadas o litorales de ensueño hasta montañas de sal y valles de espectaculares formas o volcanes inactivos. Y entre estos destinos se encuentra el entorno de Orellana. Situado en la Zona Centro-Ibérica del Macizo Ibérico, términos utilizados por los geólogos para definir las distintas áreas en las que se divide la Península Ibérica, uno de los temas geológicos más llamativos de Orellana y de la comarca en la que se integra, La Serena, es la morfología de su paisaje, la llanura no sedimentaria más extensa de Extremadura, “con un origen claramente geoclimático, en el tránsito Terciario- Cuaternario”, destaca el organismo.

“Esta penillanura es un arrasamiento erosivo propio de ese periodo geológico, al menos en el Macizo Ibérico. Otra particularidad es la presencia de rocas del Proterozoico, de edades aproximadas de 550 millones de años. La mayor parte de ellas son pizarras metamórficas, esquistos y conglomerados”, añade.

Para conocer la geología escondida del Embalse de Orellana se puede empezar por el Puente Cogolludo, que está flanqueado por sierras de cuarcitas del Ordovícico, “de hace unos 450 millones de años, llamando la atención del visitante por su escarpada orografía”.

A orillas del embalse de Orellana, entre los afloramientos rocosos de pizarras, es posible descubrir conglomerados y algunos diques de cuarzo. Los conglomerados son indicativos de los ciclos erosivos naturales. Además se encuentra en abundancia el cuarzo, uno de los minerales más duros que se conocen.

“Entre las vaguadas y valles aguas abajo de la presa de Orellana, es posible observar una de las morfologías a pequeña escala más llamativas de las penillanuras de Extremadura, los llamados ‘dientes de perro’. Se trata de esquistos, pizarras y grauvacas casi verticales de origen marino, metamorfizadas por procesos naturales y, por tanto, endurecidas, lo que provoca que resistan la erosión y resalten como pequeños pináculos afilados”, por lo que a veces también se las conoce como ‘rocas penitentes’.

Y para los más curiosos, es recomendable abrir desde el Smartphone un visor de ortofotografías, con el objeto de ver en detalle cómo los ríos Guadiana y Zújar se comportan como cauces divagantes por la penillanura, formando ocasionalmente trenes de meandros que crean numerosos canales secundarios, ampliando sus paisajes y ecosistemas fluviales por la llanura sedimentaria que atraviesan aguas abajo de las presas de Orellana y La Serena, respectivamente, antes de  adentrarse definitivamente en la comarca de las Vegas Altas.